jueves, 29 de noviembre de 2012

Hay Amor...

En la profunda ternura despierta,
y en la ilimitada fortaleza soñada...
Entre la efervescencia del mar azul,
y en el sosiego de la verde montaña...

En el ferviente deseo de liberar tu piel
de todos los atuendos que la enjaulan...
Entre los tímidos labios que insinúan,
y en los ardientes besos que desmayan...

En el orden de tus formas simples,
y en el desconcierto de mi morada...
Entre las sutiles luces de mi rostro,
y en el espontáneo brillo de tu mirada...

En las palabras de naturaleza suave,
y en aquellas que son a fuego forjadas...
Entre los frágiles cristales del ensueño,
y en el gris de nuestras nubes enlazadas...

En la magia alegre de cada encuentro,
y en la inevitable tristeza de cada adiós...
Entre las notas del celestial pentagrama,
y en los acordes febriles de nuestra pasión...

En el enfado ausente, en el sol de la alianza,
en la pena dulce, en la alegría de las lágrimas,
en el afecto evidente, en la cresta de las ganas,
en el gesto sencillo, en la ilusión de las almas,

en el vacío del todo, en el poder de la nada:
Puro, poderoso, extraordinario y humilde,
traspasando etéreo los insuperables límites
de la razón celeste y la imaginación humana

Orillas del amor

Como una vela sobre el mar
resume ese azulado afán que se levanta
hasta las estrellas futuras,
hecho escala de olas
por donde pies divinos descienden al abismo,
también tu forma misma,
ángel, demonio, sueño de un amor soñado,
resume en mí un afán que en otro tiempo levantaba
hasta las nubes sus olas melancólicas.

Sintiendo todavía los pulsos de ese afán,
yo, el más enamorado,
en las orillas del amor,
sin que una luz me vea
definitivamente muerto o vivo,
contemplo sus olas y quisiera anegarme,
deseando perdidamente
descender, como los ángeles aquellos por la escala de espuma,
hasta el fondo del mismo amor que ningún hombre ha visto

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